Los efectos del consumo de ketamina pueden durar de 2 a 4 horas en función de la dosis y de la vía de administración. A pesar de actuar como depresor del sistema nervioso central, el consumo de dosis bajas o medias, puede producir sensación de estimulación –de la misma manera que lo provoca el consumo de alcohol y otros depresores– y desinhibición.
Actúa también sobre la percepción sensorial, amplificándola. A dosis altas, produce experiencias de tipo psicodélico y afloran sus efectos disociativos característicos –la mente parece separarse del cuerpo.
Los riesgos asociados al consumo de ketamina son los característicos de las drogas alucinógenas: ansiedad, ataques de pánico, mareos, distorsiones del pensamiento, confusión e ideas delirantes. De la misma manera, su uso está especialmente contraindicado a personas con trastornos psiquiátricos o desequilibrios afectivos y emocionales.
La notable pérdida de consciencia y capacidad de movimiento, asociada a ciertos consumos de ketamina, ha provocado que algunas personas se hayan encontrado en situaciones desagradables después de haber perdido el control de sus actos –como haber mantenido una relación sexual sin haberlo deseado.
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